Candelaria, Bogota

Candelaria, Bogota

Saturday, February 14, 2009

Una comida bien colombiana: el Ajiaco


Nuestra mesa de madera queda al lado de la sala chica, la mesa casi está tocando el armario blanco que ha sido manchado por el descuido de los chicos colombianos que nunca tienen cuidado con el departamento. Esta mesa cuadrada de madera, del color de arena carmelito con espirales castaños, es la en que comemos cada día. Ahí, desayunamos bananos de leche con azúcar, los almuerzos con lentejas, arroz y carne condimentada y mis comidas favoritas, las cenas colombianas. De todo el departamento, en que vivo con mi novio y tres de nuestros amigos colombianos, la cocina es la única parte que usamos como una familia. Que al fin de cada día, los dos, mi novio y yo, siempre nos encontramos sentados al lado comiendo y hablando.

De todas las cenas colombianas, hay una que casi grita su patrimonio colombiano a todos solo a través de su nombre: el Ajiaco santafereño, un nombre qué se refiere a la cuidad de su origen y corazón: Santa Fe de Bogotá. Siempre me doy cuenta que vamos a comer la deliciosa sopa solo al ver los platos que están puestos en la mesa. Al principio, la mesa parece muy normal, todo está puesto con los platos y cubiertos salvo que todas las tazas no son hechas de porcelana blanca, sino de un barro pintado de negro muy suntuoso y cálido. Estas son las tazas que solo usamos cuando vamos a comer el Ajiaco. Al mismo momento en que veo la diferencia de la mesa, un olor muy suave y sutil me llena de recuerdos lindos y cariñosos

Después de dejar mis cosas en la cama de nuestro cuarto chiquito, vuelvo a la cocina a ver al Sebastian sirviendo una sopa que se ve muy linda y rica. Él está listo para echársela con una cuchara de servir muy grande y en ese momento me pide <<¿Amor, me ayudas con las tazas para que podamos comer por fin?>> y le traigo los dos tazones de madera y mientras él está echándole la sopa a las tazas, yo tengo una vista de la sopa de primer plano, en la que veo que es de un amarillo muy pálido y que la sopa es espesa pero también suave y tiene algunos grumos blancos.

Por fin, con mucha hambre y ansias me siento justo al lado del cocinero profesional Sebastian, viendo la cena Bogotana que me ha preparado. Enfrente de mi taza llena de la sopa, hay un plato de arroz blanco y al lado del arroz hay un plato rebosando de aguacate riquísimo y al lado de la delicia del aguacate queda una salsera de crema de leche. Después de absorberme la majestad de los condimentos, un olor un poco dulce y un pico picante me recuerda la sopa que queda en mi taza. El olor y la presencia de choclo, de unas especias chiquitas y verdes flotando en el mar amarillo me ayudan a recordar la hierba muy especial sin la cual el Ajiaco no estaría auténtica: la guasca.

La guasca es el ingrediente clave que hace el Ajiaco más que una sopa normal sino un plato especial. Antes de probar la delicia de la sopa, le echo aguacate, arroz y muy poca crema al líquido amarillo en que puedo ver trozos de pollo no muy pequeños y unas alcaparras. Cuando pruebo mi primera cuchara llena de la sopa rica, puedo sentir las suavecitas papitas que han sido disueltas por el agua caliente y el tiempo de cocinar. Percibo el sabor del agri-picante que viene de la mezcla de la guasca, aguacate y ají. Más que el delicioso del sabor del Ajiaco que es riquísimo, tierno e histórico, al comer el ajiaco, recuerdo todas mis memorias de estar con mi novio colombiano y como él me lo cocina con demasiado amor y cariño.

Monday, February 9, 2009

¿Por qué Colombia?

Mientras yo estaba estudiando en Buenos Aires el semestre pasado, conocí a mi novio Sebastian que es colombiano. A través de ser su novia, yo estaba presentada a la cultura y la vida colombiana y ahora tengo muchos amigos colombianos. En enero, tuve la oportunidad de ir a Colombia a visitar a mi novio y a viajar alrededor de Bogotá. Motivada por mi viaje, mis amigos y el poco que sabía de Colombia, elegí de investigar y escribir de Colombia este semestre.